La Realidad Cotidiana en la Historia del Arte /02



Análisis de la representación de lo cotidiano
con una orientación progresiva hacia
el entorno edificado, lo intrascendente
y su abstracción





El establecimiento de las sociedades agrícolas actuó como importante revulsivo en todos los aspectos de la vida social. El sedentarismo, además de favorecer el desarrollo y la invención de prodigiosas mejoras técnicas, con la consecuente diversificación del trabajo, también dio origen a las desigualdades sociales. Frente a las pequeñas sociedades de cazadores nómadas, de carácter generalmente igualitario, los productivos pueblos campesinos requirieron un nuevo tipo de organización para administrar su creciente comunidad y sus elevados rendimientos. La aparición del excedente de producción propició el control de riquezas y poder por personas o grupos concretos, ya que, generalmente, estos excedentes eran almacenados en un templo buscando la protección de los dioses y de sus representantes terrenales.
En ese contexto, el arte, al igual que sus creadores o la mayor parte de las poblaciones de entonces, se encuentra al servicio de la religión y el poder. Las extraordinarias muestras artísticas que hemos heredado de los egipcios son el mejor ejemplo de arte de las primeras civilizaciones.
La historia de Egipto fue la más larga de todas las culturas antiguas que florecieron en la cuenca Mediterránea, extendiéndose casi sin interrupción desde aproximadamente el año 3.000 a.C. hasta el siglo IV d.C. La naturaleza del país, entorno al río Nilo, que lo baña y fertiliza, y jalonado por el desierto, que actuaba como barrera geográfica para los posibles invasores, permitió el aislamiento de influencias culturales exteriores y el desarrollo de una civilización original y grandiosa. El estilo artístico que acuñó el pueblo egipcio apenas si sufrió cambios en el transcurso de su historia, en la que todas sus manifestaciones estuvieron dedicadas básicamente a la religión, al Estado y al faraón, considerado como un dios sobre la Tierra.
La vida cotidiana en el Antiguo Egipto quedó ricamente ilustrada dentro de las tumbas de faraones, reinas y nobles en forma de pequeñas figurillas llamadas “oushebti” y en murales pintados o grabados.


En la imagen anterior, la representación de un banquete egipcio en un fresco encontrado en la cámara mortuoria de Nakht (un escriba empleado en los graneros egipcios durante la decimoctava dinastía). Diversas invitadas con vestidos de gala se encuentran sentadas sobre sus piernas. Se ofrecen vino, como era costumbre, mientras una sirvienta desnuda parece ayudar a una de ellas a ajustar sus pendientes.



Al lado, formando parte del fresco anterior, dos mujeres entretienen a los invitados al banquete interpretando música con un laúd y un arpa. Este tipo de instrumentos musicales eran tañidos solamente por manos femeninas. El arpa, procedente de Asia Menor, llegó a Egipto durante el Imperio Medio (2040-1650 a.C.). El arpa de pie con caja de resonancia curvada que aparece en la imagen se tocaba en el Imperio Nuevo (1550-1070 a.C.), al igual que el laúd.
Aunque no existe ningún escrito que permita reconstruir la música del Antiguo Egipto, se sabe que ésta tenía un papel importante en sus vidas según se refleja en las numerosas alusiones encontradas en forma de ofrendas fúnebres o decoraciones pictóricas.
Todas estas representaciones, sujetas a rigurosas convenciones, tenían como fin simbólico abastecer al difunto con todo lo que había disfrutado en vida para hacerle más llevadera la existencia de ultratumba hasta el momento de su resurrección. Toda representación “vivía” y se repetía con su materialidad, era una garantía de vida eterna.


En la imagen inferior derecha, pintura sobre un lateral del sarcófago del Príncipe Djehuty-nakht, en Deir el-Bersheh. Realizada durante la undécima dinastía (2134-1991 a.C.), esta decoración representa algunos objetos personales del difunto, como la cama con cabecero y patas imitando la forma de un león y los cuatro reposacabezas en madera y alabastro que se dibujan debajo.


Sobre la cama se identifica una caja cuadrangular con navajas, cada una con una empuñadura de distinto material. Más arriba, los cinco objetos en color rojo oscuro representarían lingotes de cobre y, a la izquierda, se reconoce claramente un collar floral que descansa encima de una mesa o una posible cómoda.




Además de animados banquetes, los egipcios también tenían otro tipo de pasatiempos, entre los que se pueden contar los juegos de mesa.


El senet era un juego para dos, con un tablero cuadriculado atravesado por un trazado en zigzag y de cinco a siete fichas por jugador. Al contrario que los banquetes, éste era un divertimento practicado por todas las clases sociales. A la izquierda, la reina Nefertari jugando al senet en una de las pinturas de su tumba.










Los egipcios inventaron muchos de los juegos y deportes que hoy forman parte de la cultura mundial. Solían practicar ejercicios individuales o de grupo que se asemejaban bastante a los de la gimnasia olímpica y a los números circenses. La miniatura de la derecha, de un plato egipcio con más de 4.000 años de historia, muestra un ejercicio de flexibilidad. Estos ejercicios podían ser para ellos puro entretenimiento, o bien una forma de mantener la línea.



El levantamiento de peso era otro de los deportes conocidos por los egipcios. El método que ellos empleaban consistía en intentar levantar un pesado saco de arena con una mano, en un movimiento limpio y rápido, manteniéndolo en alto en posición vertical. Los competidores debían mantener esta posición brevemente, como ocurre en la práctica deportiva de la halterofilia.



Escenas del Antiguo Egipto sobre el boxeo como deporte fueron encontradas en las tumbas de “Mery Ra”, en Minia, y en la de “Ptah Hotep”, en Saqqara. En la imagen derecha, un jugador en posición para golpear a otro que trata de defenderse. El público asistía a este tipo de encuentros, lo cual indica que eran combates organizados.













El deporte de lanzamiento de jabalina se desarrolló a partir de la caza en la era de los faraones, como también le ocurrió al tiro con arco. De ellos existen varias ilustraciones sobre platos votivos que se han encontrado en los templos antiguos, como es el caso de las imágenes superiores.


La equitación y la maratón evolucionaron de igual modo desde actividades de supervivencia. Esta última era para los egipcios la competición de mayor prestigio, particularmente la maratón que se celebraba con la toma de poder de un nuevo rey. No obstante, el cálido clima del que disfrutaban en Egipto hacía de la natación el deporte favorito de sus habitantes, quienes aprovechaban las calmadas aguas del Nilo para su disfrute. El río Nilo permitía asimismo la práctica del remo y de la pesca, además de ocupación, como actividad ociosa de nobles y faraones, aunque dispusieran de estanques propios en sus palacios.



Arriba, una pintura mural en la tumba de Menna, en Tebas, de la XVIII dinastía (1400-1350 a.C. aproximadamente). En éste, el escriba Menna, la figura mayor, aparece doblemente representado sobre las zonas pantanosas del río Nilo; pescando con arpón a la derecha, y cazando pájaros arrojándoles palos a la izquierda. Su mujer, la segunda figura más grande, su hija, su hijo y varios sirvientes están junto a él.

Las ciénagas del Nilo abastecían a los egipcios con todo tipo de productos. Su pesca era principalmente de carpas y truchas que, secadas al sol o en salazón, resultaban ser un plato muy apreciado en sus mesas.



A la derecha, unos hombres se encargan de un vivero mientras otros trabajan en el desplume de aves; pintura de la tumba de Nakht (otro escriba para el control de la producción de la decimoctava dinastía), en el Valle de los Nobles en Tebas.


La vida de los egipcios fluía con el río que les aportaba los medios básicos para su subsistencia. La predecible crecida anual del Nilo dejaba una nueva capa de suelo fértil cada otoño, extremadamente propicia para la agricultura. Tras la bajada de las aguas podía comenzarse con la labranza y la siembra de las tierras, como bien se ilustra en la pintura inferior procedente de la misma tumba de Nakht.



Los campesinos pertenecían a la más baja clase social. En un estado de semiesclavitud, la práctica totalidad de su producción estaba destinada al Estado (tasa que los recaudadores se encargaban de cobrar) y a los amos de las tierras que trabajaban.


El cultivo intensivo de cereales tales como el trigo y la cebada constituía una de sus principales actividades. La cosecha alcanzaba para alimentar a toda la población y para almacenar un excedente en los graneros en previsión de malas cosechas. Estos campos también les servían para criar ganado. Al cortar la cabeza del grano, dejaban el rastrojo como pasto para cabras, ovejas, vacas y bueyes, éstos muy útiles para el arado de las tierras, para hundir las semillas en época de siembra y para pisar las mieses, como se refleja en uno de los frescos de la tumba del escriba Menna.


En las huertas familiares se cultivaba gran variedad de vegetales (lechugas, judías, cebollas, pepinos, ajos) y frutas como melones, higos, granadas, dátiles y la uva, de la que los egipcios supieron obtener vino.


Al lado, vendimia y pisado de la uva, detalle de un mural en la tumba de Nakht. 

El vino, reservado para las clases más pudientes, se importaba desde Palestina hasta que se comenzaron a plantar viñedos en Egipto. El que se producía en algunas regiones resultaba de una calidad excelente. Se conservaba en jarras cerámicas donde se anotaba la fecha de la cosecha, el tipo de uva, el nombre de la región y el del propietario del viñedo.




Debido a la carestía del vino y a que el agua del Nilo no era potable, la bebida que consumían habitualmente todas las personas, fuese cual fuese su condición social o edad, era la cerveza. Su fabricación a partir de la cebada resultaba muy sencilla, barata y además, al tener alcohol, era desinfectante. Los granos de cebada se trituraban, se amasaban y se mezclaban con agua hasta formar una pasta que a continuación se cocía ligeramente. Luego, esta especie de torta era colocada por los cerveceros dentro de un barril de barro lleno de más agua, se pisaba la preparación y se dejaba al sol para que fermentase; por último se colaba. Esta cerveza tenía una textura más espesa a la que hoy se fabrica y su grado alcohólico era menor.

A la izquierda, “oushebti” del Reino Antiguo de mujer fabricando cerveza. A la derecha, panadera moliendo grano.





De un modo similar se preparaba el alimento básico de la dieta copta, el pan. La pasta amasada subía al momento dejándola al sol antes de hornearla, lo que hacía de esta vianda un prototipo de comida rápida muy ventajoso para abastecer a muchas personas a la vez, como a los obreros de las pirámides.

Mientras las clases más desfavorecidas se sustentaban simplemente con cerveza, pan, cebollas y, de complemento, -los que podían permitírselo-, puré de legumbres, la élite egipcia tenía el privilegio de consumir carne bastante a menudo, y en gran cantidad en festividades. La más popular era la de bovino, que cortaban en finas lonchas y sazonaban con hierbas aromáticas para asarlo a la brasa.


El “oushebti” en madera de la izquierda, que data de la onceava dinastía (entre los años 2134-1991 a.C.), muestra una carnicería donde un buey esta siendo despedazado.













No todas las ocupaciones se derivaban de la agricultura y la ganadería. El trabajo en la construcción y decoración de los templos, palacios y tumbas; la orfebrería, la fabricación del papel de papiro, la alfarería, la carpintería y el sector textil, además de otras profesiones, mantenían ocupados a una buena parte de la sociedad copta.

A la izquierda, escultura en piedra de un alfarero del Reino Antiguo. Éste usaba un torno de mano para dar forma a la arcilla recogida a orillas del Nilo. 



A la derecha, miniatura en madera de una carpintería, encontrada en la tumba de Meketre (de 2134-1994 a.C.).










Sobre estas líneas, “oushebti” de unas tejedoras proveniente de la tumba de Djehuty-nakht (2134-1991 a.C.), en el que una figura de pie se sirve de un huso sobre su rodilla para devanar la fibra de lino que le desliza otra mujer agachada detrás. Dos mujeres más tienden un telar a su espalda.
Los escribas estaban situados en un nivel algo más alto en la escala social. Contándose entre los pocos que sabían leer y escribir, además de ser los encargados de supervisar la producción de toda la comunidad, también redactaban todo tipo de documentos oficiales y grababan las inscripciones jeroglíficas en los templos y monumentos.



A la derecha, otro modelo en madera de la tumba de Menketre, éste, de un granero, sirve a la vez para representar el trabajo de los escribas. A excepción de una figura que se encarga de guardar la entrada, todos los ocupantes de la primera estancia de esta miniatura son escribas, como indica su equipamiento. Sirviéndose de pinceles y una paleta con tinta roja y negra, apuntan el recuento del grano que entra y sale del granero sobre tableros o rollos de papiro.

La realización de los “oushebti” y las pinturas murales obedecía únicamente a su creencia en el poder de las representaciones de la vida para continuar viviendo. Por este motivo reprodujeron de igual modo sus ritos funerarios, costumbres religiosas entre las que se incluía la propia representación.



Al lado, un barco funerario (2175-1991 a.C.) que llevaba las momias a sus tumbas. Los egipcios creían que Osiris viajaba en barco hacia un lugar de descanso y que ellos debían hacer ese mismo recorrido cuando les llegara la hora. Debajo, estela funeraria de la tumba de Ramose (1411-1374 a.C.) donde aparece el cortejo de ofrendas y plañideras que le acompañaría en su último día.




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